Por Cecilia Rodríguez González-Rubio
Presidenta de Catorce6
El problema de la calidad del aire no parece ser una prioridad para los ciudadanos ni para los gobiernos locales. Incluso no apareció como preocupación en las Encuestas Nacionales Ambientales de 2008 y 2015 que esta publicación lideró con las Universidades Nacional y de Los Andes respectivamente. Sin embargo esta si es la principal causa de enfermedades y muertes por condiciones ambientales hoy en el país y el mundo. Los Alcaldes en Colombia no parecen darle la prioridad que merece para sus sistemas de transporte masivo y en contraste 16 alcaldes de California pidieron estímulos para el cambio por buses a gas natural. Este puede ser un problema de percepción que deviene de los efectos lentos y silenciosos en la salud que la contaminación tiene en las personas.
En las zonas rurales son las estufas y los combustibles dentro de los hogares las principales causas de enfermedades respiratorias, y en las zonas urbanas las fuentes móviles entre otras por estar tan cerca de las personas. Ellas aportan en mayor proporción los contaminantes que afectan la salud humana.
El transporte urbano ha sido el gran problema que llegó con la urbanización, que ya da cuenta de casi el 80% de la población residente en ciudades. Con esta vinieron los automotores y la densificación para generar un gran incremento de los indicadores de morbilidad y mortalidad por enfermedades respiratorias. Planeación Nacional produjo un completo análisis de las consecuencias en la salud de la degradación ambiental incluida la contaminación del aire. Además DNP complementa con otros documentos el impacto de transporte en el ambiente y muestra cómo las decisiones en esta materia tienen efecto en la salud de los ciudadanos, en los costos del sistema nacional de salud y en los compromisos internacionales del país en materia de reducción de emisiones. Sin embargo son los Alcaldes y los Concejos Municipales quienes tienen las competencias para decidir sobre los sistemas de transporte masivo.
Bogotá dio un buen ejemplo al profundizar los estímulos a tecnologías y combustibles limpios en la licitación de la operación y renovación de la flota de Transmilenio, ejemplo que se debe tomar en el resto del país. Esperamos que estos sean efectivos en la adjudicación de la licitación. Las barreras a los cambios de combustibles y tecnologías de los vehículos provienen de inversiones ya realizadas y amortizadas lo que le da una ventaja al status quo cuando el análisis está limitado al ámbito del transporte. Cuando se hace un análisis más integral que incorpora los gastos del sistema de salud originados en la calidad del aire, la decisión es más favorable a tecnologías limpias.
Es comprensible que forzar cambios drásticos hacia tecnologías poco probadas resulte inconveniente y gravoso para los ciudadanos que pagaran el servicio de transporte. Sin embargo es imperativo dar pasos hacia adelante en tecnologías más limpias en los sistemas de transporte masivo. Aunque nuestro diésel es mejor que antes, sigue afectando la salud y está por debajo de los estándares que tenemos a la mano en Colombia como el del gas natural que alcanza el estándar Euro VI. Los sistemas de transporte masivo deben avanzar por su gran impacto y porque tienen un efecto importante en motivar el cambio en el resto del parque automotor de carga y pasajeros.
A ello no solo nos obligan los compromisos que hizo el país en el Acuerdo de París sino las vidas humanas en riesgo y los costos para el sistema de salud que causa la contaminación.