Escrito por Gonzalo Andrade
Investigador del Instituto de Ciencias Naturales Universidad Nacional, experto en diversidad biológica.

El Alcalde Peñalosa, desde el mismo día de su posesión, ha manifestado que la Reserva es un potrero lleno de vacas, invernaderos, colegios y cementerios, y que no hay estudios científicos que soporten la declaratoria de la Reserva. Lo que no explica es que hay un plan de manejo aprobado por la CAR, donde se indica qué hacer con estos equipamientos.
Para su declaratoria, al igual que para las demás áreas protegidas en Colombia, se siguió la ruta establecida en el Decreto 2372 de 2010, donde se estudian aspectos biológicos, socioeconómicos y culturales como los siguientes:
En 1801, Humboldt se refirió a los restos de canales y terrazas de los Muiscas en la zona norte de Bogotá́, los cuales se podían observar en grandes porciones de terreno descubierto. Esto permite suponer que habían grandes áreas boscosas, luego descritas por Manuel Ancizar en “Peregrinación de Alfa”.
En 1962, los doctores Thomas van der Hammen, Roberto Jaramillo y María Teresa Murillo hicieron una caracterización de los parches del bosque andino en los alrededores de Suba y Usaquén, registrando bosques naturales en Torca, la Hacienda Las Mercedes y el Cerro de la Conejera.
En 1965, el doctor Enrique Forero en su tesis de pregrado en botánica “Estudio fitosociológico de un bosque subclimático en el altiplano de Bogotá́” estableció que el Bosque de las Mercedes, único relicto de bosque andino bajo de planicie en el territorio de Bogotá y su Sabana, ocupaba un área cercana a las 12 hectáreas, por lo que habría perdido cerca de 25 hectáreas entre 1940 y 1965; hoy este se reduce a 6 hectáreas.
Los trece estudios que soportaron la declaratoria de la Reserva fueron: “Distribución y características de los suelos”, Ricardo Siachoque, IGAC. “Las aguas freáticas y los sedimentos superficiales y su interacción con los suelos”, Sergio Gaviria, Universidad Nacional. “La conectividad del sistema hídrico superficial”, Luz Marina Cabrera, Alfonso Romero, UDCA. “El clima local y sus interacciones regionales”, Daniel Pabón, Universidad Nacional. “Las coberturas vegetales y sus dinámicas ecológicas”, Sandra Cortés, Universidad Nacional. “Distribución y carácter ecológico de los anfibios y reptiles”, Laurinette Gutiérrez, Universidad Nacional. “Los pequeños mamíferos”, Francisco Sánchez, Karin Osbhar, UDCA. “Las mariposas del Borde Norte de Bogotá”, M. Gonzalo Andrade-C., Universidad Nacional, Miembro Academia Colombiana de Ciencias. “La distribución, conectividad, hábitat y ecología de las aves”, Frank G. Stiles, Universidad Nacional, Miembro Academia Colombiana de Ciencias, Loretta Rosselli, UDCA. “Historia de las haciendas y los predios entre los siglos XVI y XIX”, Henry Santiago, UDCA. “La distribución predial e historia de la fragmentación entre 1941 y 2010”, Gerardo Ardila, Nelson Pérez, Universidad Nacional. “Historia y análisis económico y la evaluación económica de propuestas alternativas”, Jorge Iván González, Universidad Nacional. “Historia y análisis normativo y jurídico”, María Mercedes Maldonado, Universidad Nacional.
Teniendo estos estudios en cuenta es que economistas, abogados, antropólogos, biólogos y demás científicos del proyecto, consideramos que la declaratoria de la Reserva era posible y recomendable para que esta zona fuera modelo de protección del ambiente, capaz de contribuir a la preservación de la vida; de disminuir emisiones de gases de efecto invernadero; capturar y almacenar carbono; conectar y mantener ecosistemas regionales y para investigación de la naturaleza.
El componente de Ordenamiento Ambiental de la Reserva, indica que ésta va a permitir que el territorio se constituya en modelo de trabajo colectivo para su ocupación y uso sostenible, con énfasis en conservación y reconversión de los sistemas productivos hacia prácticas ecoamigables. Dentro de las estrategias de conservación, se define la adquisición de áreas de interés público para recuperar ecosistemas deteriorados y para la conectividad y tránsito de especies entre los Cerros Orientales, el río Bogotá́ y otros ecosistemas de importancia regional.
En cuanto a la producción agropecuaria que planeta la Reserva, ésta se fundamenta en sistemas de producción agroecológicos que aumentan la densidad y diversidad florística, la conectividad ecológica y generan un sello de origen para mejor comercialización de los productos.
Es por esto que la Reserva se constituye en un espacio estratégico para proveer bienes y servicios ambientales y para contribuir como área de amortiguación y regulación a los fenómenos de cambio y variabilidad climática como las inundaciones.