Por Eduardo Chávez López
Director de Catorce6
Los consejos comunitarios de la costa norte chocoana están dando ejemplo a muchas comunidades y líderes del país, sobre cómo actuar en medio de la precariedad institucional, la pobreza y la violencia. Las dos primeras características, han sido una constante desde siempre en la región; se agravaron con la corrupción de los líderes políticos que las aprovecharon para morder grandes porciones de recursos del presupuesto nacional y de la cooperación internacional destinados a superarlas.A pesar de todo, la gente aprendió a convivir con ellas pero no así con la violencia, pues ésta terminó rompiendo el tejido social y amenazando el futuro de las familias.
Sobreponerse a semejante adversidad ha sido la búsqueda del liderazgo natural de las comunidades, y en ese propósito han estado experimentando y aprendiendo diferentes maneras de moldear su futuro. Lo primero que tienen claro, es que su propia perspectiva depende de lo que ellos mismos puedan gestar, aprovechando las fortalezas de la región, su propia vocación y la sensibilidad de aliados con conocimiento y sensibilidad frente al medio ambiente y el bienestar comunitario.
Cuando hablan de fortalezas siempre mencionan la inmensidad de sus recursos naturales y la gran diversidad cultural fundada en esa mezcla afro-indígena que asoma naturalmente por todos los centros poblados de la región. Conscientes de lo que tienen como riqueza natural, los líderes comunitarios de la mano de organizaciones ambientalistas como Fundación Natura y Conservation International fueron aprendiendo a conocer y a conservar lo que los rodeaba. El Parque Nacional Natural Utría jugó un papel clave en ese aprendizaje.
El otro aprendizaje de las comunidades en estas dos décadas, es la certeza que tienen de poder generar ingresos mediante un aprovechamiento sostenible de esa biodiversidad, y que lograrlo implica estudio, rigor técnico, disciplina, vocación empresarial y aliados con experticia y conocimiento. De esta manera ya cuentan en su haber con experiencias exitosas que se han convertido en modelo de nuevos emprendimientos comunitarios.
En Nuquí la organización Mano Cambiada con la líder afrocolombiana Josefina Klinker han logrado incorporar a su ecoturismo, estándares internacionales de operación que convirtieron su oferta en un destino altamente demandado. En Bahía Solano, cinco asociaciones comunitarias de pescadores con la tutoría de MarViva y los restaurante Wok conformaron una Red de Frío que hace doce años empezó a exportar semanalmente a Bogotá 30 kilogramos de pescado de alta calidad y hoy la cifra alcanza 1.500 kilos que despachan a varias regiones del país. En la misma Bahía Solano, buzos nativos y organizaciones de pescadores han aprendido a ofrecer al turista, desde sus propios botes, la posibilidad de capturar una muestra de los bancos de atunes o sierras que abundan en la zona.
El lenguaje y los planes de las organizaciones comunitarias de la región, encabezadas por sus consejos comunitarios, hoy son muy diferentes a los de una década atrás. Líderes como Yuber Gonzalez del Consejo Comunitario Mayor Los Delfines en Bahía Solano, Isaac Lozano del Consejo Comunitario de Cupica o la profesora Felipa Murillo del Consejo Comunitario de Juradó, son la expresión clara de una liderazgo comunitario que ha pasado de la protesta nunca escuchada, de la transacción personalista de otras épocas, de la demanda de atención por parte del gobierno, a un protagonismo proactivo fundado en lo que las mismas organizaciones puedan conquistar con su sabiduría, su esfuerzo y su capacidad de alianzas. No hay duda, los consejos comunitarios se están convirtiendo en los protagonistas de la nueva historia del Chocó.