Viernes, 4 Octubre 2024

Las comunidades son conscientes de sus necesidades básicas insatisfechas, pero saben que el desafío no es sólo con infraestructura que puede arriesgar su patrimonio natural

Comunidades ChocóLiberación de tortuga golfina en playas de Juradó /Javier Zamora

“En cuatro años vamos a ser el principal destino del turismo de naturaleza de Colombia”; dice Yuber Rodriguez líder del Consejo Comunitario Mayor Los Delfines, la principal organización de afrodescendientes del Chocó Norte, con sede en Bahía Solano. El comentario aparece luego de revisar los datos de Procolombia que indican que nuestro país está recibiendo 6,5 millones de turistas al año que aportan ingresos superiores a los 6.000 millones de dólares; cifra que es muy pequeña si se compara con los 350.000 millones de euros que anualmente mueve el turismo de naturaleza en el mundo.

La misma decisión tiene la profesora Felipa Murillo presidenta del Consejo Comunitario Mayor de Juradó. A ella le llaman la atención los datos del mismo estudio, según los cuales un 55% de los turistas de naturaleza vienen a Colombia en busca de destinos inexplorados, un 23% en busca de especies endémicas y 10% en busca de experiencias con comunidades locales. De todo eso tenemos aquí pero de manera exponencial, dice Felipa refiriéndose, por ejemplo, a las especies de tortugas que un joven lleno de sensibilidad como Manuel Ricardo Abadía y estudiantes de todas las edades en Jurado, cuidan de depredadores y llevan al mar cuando ya están listas para dar la batalla por la vida.

Pero también lo dice refiriéndose a lugares como Cabo Marzo, una mezcla de azul y verde intenso lleno de fauna acuática y terrestre. “Con el sólo hecho que logremos traer al Chocó Norte, el uno por ciento de ese turismo de naturaleza mundial, estaríamos cambiando el imaginario de esta generación, la vida de toda la región y haciendo un aporte maravilloso al país”, dice animada Felipa.

Los dos líderes han estado al frente de talleres de construcción de futuro de sus comunidades y con ellas han sido testigos del asombro, de los aún escasos europeos que visitan la región y la recorren. Todos regresan maravillados luego de ver tanta biodiversidad después de navegaciones cercanas o recorridos por senderos terrestres que abundan alrededor de Nuquí, Bahía Solano, Cupica o Juradó.

“Y es que, a nivel mundial, sólo un escaso 2% de la superficie de los continentes mantiene una cobertura con estos tipos de vegetación y es en ellos donde se concentra más de la mitad de todas las especies de fauna y flora terrestres conocidas hasta ahora”, dice un estudio de expertos reconocido con el nombre de EL CHOCÓ BIOGEOGRÁFICO DE COLOMBIA. La misma publicación resalta el hecho que esta región es considerada una de las de mayor diversidad étnica y cultural de América.

Las organizaciones comunitarias han dedicado mucho tiempo de su activismo a encontrar alternativas que alejen a sus jóvenes de los cantos de sirena de un narcotráfico que ve en la pobreza de estos hogares de frontera, el terreno abonado para sus reclutamientos. Por eso están convencidos que las alternativas económicas deben ser sólidas y tan ambiciosas, que alcancen a competir y superen las migajas del crimen. Por eso dejaron de quejarse del descuido oficial y se han dedicado a soñar y diseñar su propio futuro y a seducir aliados en el sector empresarial, en las ONG y en las organizaciones de cooperación nacionales e internacionales, para que ese futuro sea posible.

Ballena ChocóBallena Jorobada en Chocói /Eder Quitian

Articulación comunitaria y aliados que la potencien
El liderazgo comunitario es consciente que sus territorios tienen muchas necesidades básicas insatisfechas; pero saben que el desafío no es llenarse de infraestructuras pues estas pueden poner en riesgo todo el patrimonio natural que representa la región. Por ello, lo primero que han hecho es definir el modelo de turismo al que aspiran. Y esa definición pasa porque las comunidades quieren ser anfitrionas en su propio territorio, y poner las reglas para los que llegan. Tres son sus definiciones principales: Respeto por la naturaleza, Defensa de la diversidad cultural y nada que amenace el tejido social de las comunidades.

Josefina Klinger gestora del ecoturismo de Nuquí, dice que todo el que llega a la región tiene en la cabeza que todos los campesinos de este país deben asociarse. “Ojalá un día llegáramos a ese nivel de madurez. Pero hoy nadie que tenga en su imaginario la escasez, la desconfianza y el miedo puede trabajar en alianzas de gran aliento. Y mira lo que pasa. El asistencialismo nos ha marcado un camino que nos conduce cada día más a depender de lo externo.

Siguen llegando platas para proyectos que condicionan a las personas que se asocian con ellos. Efectivamente, esos días, mientras dura la asistencia técnica y los recursos de afuera, la comunidad le complace el ego a quienes llegan, y ellos dicen: “estoy impactando a 40 familias”, pero como la relación se configuró desde el “aproveche mientras pueda”, cuando la ayuda se va, se acaba todo el proceso. Tenemos que cambiar la estrategia.

Aprendí que lo que da muy buen resultado en mi Chocó es la articulación... En la comunidad, unos tienen lancha; otros, posada; otros, restaurante, y otros, artesanías. Lo que hago es articular toda esa cadena de valor, organizo una experiencia de viaje para los clientes y lentamente los emprendedores recuperan la visión de conjunto y cada unidad familiar cuida a ese turista como lo cuido yo. Este proceso ha tomado muchos años, pero su principal herramienta es la confianza. Dejar satisfecho a un cliente es la mejor oportunidad para que tu negocio funcione y los imaginarios cambien”, expresó Josefina a la Revista Credencial en reciente entrevista.

Esa articulación tiene que ver con el fortalecimiento de la economía familiar y la cohesión de los procesos de comunidad que tienen a los consejos comunitarios y los resguardos indígenas como protagonistas de primer orden. Pero también la articulación a aliados que las mismas comunidades han ido identificando en las ONG, en empresarios sensibles a la sostenibilidad ambiental y social y también en el Estado.

Taller JuradóLideres de la comunidad de Juradó /Javier Zamora

Una zona especial de pesca sin parangón en el país
El compromiso comunitario en materia de conservación ambiental es generalizado y sus logros saltan a la vista. De hecho ninguna otra región del país ha logrado movilizar tan eficazmente comunidades, empresas y autoridades locales para que el gobierno nacional adopte una medida de protección de especies piscícolas como los municipios de Bahía Solano y Juradó.

La experiencia se presentó en 2008, cuando pescadores artesanales indignados por el impacto que venía generando la proximidad de barcos pesqueros a sus playas, llamaron la atención de las autoridades para que se adoptaran medidas para frenar el agotamiento del recurso pesquero, fuente de sustento de los hogares de la región.

El proceso sirvió para que pescadores, Autoridad Nacional de Acuicultura y Pesca y Ministerio de agricultura exploraran múltiples formas de ordenamiento pesquero hasta que estructuraron una Zona Exclusiva de Pesca ZEPA y una Zona Especial de Manejo Pesquero que impiden a los barcos pescar en las primeras 22 millas naúticas cercanas a la playa. La medida ha permitido el repoblamiento piscícola al punto que hoy abundan especies de todo tipo como pargo, dorado, atún, cherna, merluza, mero, sierra, y muchas otras que han hecho de la región la principal despensa marítima de peces de Colombia y escenario de tres campeonatos internacionales de pesca deportiva.

Héctor Quesada, funcionario encargado de la Autoridad Nacional de Acuicultura y Pesca AUNAP en la región y uno de los artífices del milagro sintetiza muy bien lo logrado: “Hoy somos la región de mayor oferta pesquera del país. Nos hemos alejado del camino que ha recorrido el Caribe colombiano que en las tres últimas décadas, por falta de reglamentación para los barcos industriales, prácticamente acabó con el recurso pesquero. Aquí, comunidades de pescadores, autoridades civiles y militares (Armada Nacional), hemos hecho causa común para recuperar la riqueza íctica de la región”.

Y es cierto, no es raro encontrar buzos nativos que cuentan la manera como han logrado desmantelar redes abandonadas en el mar que se convertían en trampas para miles de peces que se ahogaban en ellas. Pero también es frecuente oír a los pescadores explicarle al foráneo las normas vigentes de buenas prácticas de pesca para asegurar la pervivencia del recurso. Nuevamente en este esfuerzo las comunidades, los emprendimientos y la regional de la AUNAP son los protagonistas.

 Turista ChocóTuristas en playas del corregimiento del Valle - Bahía Solano /Javier Zamora

Pioneros en bonos de carbono
Pero esta región del Chocó también es pionera en el desarrollo de un mercado para la generación de bonos de carbono. Esta es tal vez la empresa más ambiciosa de los concejos comunitarios de Cupica y Los Delfines que han logrado consolidar en una alianza estratégica con organizaciones expertas como Biofix, para que los bosques localizados en sus territorios colectivos puedan ser certificados como reductores de carbono.

El proceso va muy avanzado y están a punto de recibir los primeros ingresos por cada hectárea de bosques certificados. En contraprestación las comunidades contribuirán a la conservación del bosque y al aprovechamiento sostenible de los mismos, impulsando proyectos que generen ingresos asegurando la conservación.

Las organizaciones comunitarias son conscientes del momento que viven. Saben que se aproxima un gran salto y quieren darlo con responsabilidad. Atrás quedaron amargas experiencias de líderes corruptos que desviaron los recursos que la nación o las agencias de cooperación giraban. En el pasado también están las visitas mendicantes a Bogotá para reclamar atención a todas sus necesidades básicas insatisfechas. Hoy, las comunidades quieren ser hacer de su propio territorio, el laboratorio en el que confluyan el interés del mundo por la diversidad natural y cultural y su disposición a aliarse con todo aquel que tenga interés en iniciativas que mejore la calidad de vida de sus familias. Ese es el camino a la paz que todos los Solaneños, Juradoseños y Cupiseños reclaman.

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