Martes, 10 Septiembre 2024
Columnistas Invitados

El mito del crecimiento verde

Por Manuel Baquedano @manuelbaquedano

Presidente Fundación Instituto Ecología Política (IEP) de Chile

 

El concepto de desarrollo sustentable se oficializó en 1992 en la Cumbre de la Tierra que tuvo lugar en Río de Janeiro y que fue convocada por las Naciones Unidas. En ese mismo momento nació el mito de que era posible que el crecimiento económico se desacoplara de sus impactos sobre el medio ambiente y los recursos naturales y diera lugar a un proceso denominado “crecimiento verde”.

Ya han transcurrido 25 años desde la formulación del concepto y su puesta en marcha por parte de los Gobiernos, las empresas privadas y los propios organismos especializados de la ONU y sus resultados han sido, simplemente, un gran fracaso: estos últimos 25 años constituyen el período de la historia en que más se han deteriorado las condiciones de vida de las especies y en que más se ha modificado nuestro entorno natural producto del cambio climático hasta amenazar hoy, seriamente, la permanencia de los seres humanos sobre la Tierra. Es por eso que podemos afirmar que los intentos de impulsar el crecimiento verde, más que aportar una solución, han formado parte del problema.

En la sociedad de consumo no existen tecnologías u objetos que sean en sí durables pues son los modos de vida los que modelan a los objetos y los transforman en mercancías atractivas. Durante todo este período de aplicación del concepto de crecimiento verde la mayoría de las innovaciones tecnológicas “ecológicas” han terminado por anular sus impactos positivos al generar otras formas de consumo y por lo tanto, de impacto. Esto es lo que se llama “Efecto retorno” o “Efecto boomerang”. En el mundo ambiental este efecto se conoce como “La paradoja de Jevons”.

William Stanley Jevons fue un economista y filósofo que vivió en Inglaterra en el siglo XIX y que observó que, al contrario del principio de la economía clásica que sostiene que la mejora de la eficiencia permite utilizar menos cantidad de un recurso, en la sociedad de consumo sucede que “Al aumentar la eficiencia, disminuye el consumo instantáneo pero se incrementa el uso del modelo lo que provoca un aumento del consumo global”.

Vivimos en un mundo donde el incremento colateral del consumo -debido a la introducción de una tecnología más eficiente desde el punto de vista ecológico- conduce a un menor costo de los productos y por lo tanto, a un aumento de la demanda. Entonces, el gran negocio de los centros comerciales puede terminar siendo la venta de productos “verdes” (y a esto ya lo comenzamos a observar).

Para ilustrarlo, podemos tomar como ejemplo la mejora del rendimiento de los distintos modelos de autos. Si existe un auto cuyo rendimiento es 10 Km. por litro de gasolina y lo cambiamos por un modelo que puede recorrer 100 Km. con ese mismo litro de combustible, el fenómeno que se produce no es que esa persona gasta menos gasolina por su uso habitual sino que tiende aumentar la cantidad de kilómetros recorridos en su auto. Con las ampolletas LED, los computadores a batería, los celulares y otros aparatos tecnológicos sucede lo mismo: permanecen encendidos mucho más tiempo que antes y, ciertamente, mucho más de lo que se necesita.

Por definición, la sociedad de consumo busca vender más productos y más mercancías y nunca vender menos. El objetivo de mantener una tasa de crecimiento del 3% de la economía global hasta el 2050 significará aumentar el tamaño actual de la economía unas 20 veces. Todas las iniciativas que proponen eliminar los desechos sin disminuir la producción y ventas de mercancías contribuyen a sostener el mito del crecimiento verde, de una economía circular a todas luces imposible de mantener sin destruir el Planeta. Debemos admitir, de una vez por todas, que el crecimiento continuo en un mundo finito no puede sostenerse sino a partir del pillaje de la naturaleza y que, en esa dirección, ya estamos caminando en los límites y que muy pronto se transformará en una situación dramática.

Estamos de acuerdo con el científico español Antonio Turiel en que “Alentar las vías evolutivas dentro del mecanismo de un (presunto) libre mercado no es más que una distracción inútil cuando lo que ya es inaplazable es un cambio del sistema económico y productivo”. O también, como dice el economista alemán Niko Paech, en que el hiperconsumismo es una verdadera droga que crea un estado permanente de ebriedad. En ese contexto, solo nos queda como remedio la vía de la simplicidad: vivir con los elementos necesarios y eliminar los innecesarios para que así todos los habitantes del Planeta podamos subsistir en mayor armonía con la naturaleza.

Columnistas Invitados

Los pioneros latinoamericanos de la ecopolítica

Margarita Marino de Botero

Desde el documento de la Fundación Bariloche hasta el informe de Cocoyoc, los estudiosos latinoamericanos cuestionan si los modelos históricos vigentes de extracción y aprovechamiento de nuestros recursos naturales pueden aminorar la inequidad o resolver los problemas de la pobreza, si la manera como producimos y consumimos destruye los bienes naturales, modifica sus paisajes, altera ecosistemas, crea exclusión social en las grandes urbes, impide el fortalecimiento de opciones locales y construye aspiraciones y corrientes contrarias a la defensa del ambiente sano y a su preservación en el tiempo.

Tiene todo que ver con el sentido de nuestras visiones del desarrollo, las nuestras y las de nuestra historia ancestral, de lo que queremos, diseñamos y hacemos. Cómo construimos sociedad y cultura, comportamiento y valores. Cómo actuamos, cómo vivimos y cómo queremos vivir. Una prosperidad sin destrucción ambiental irreversible supone proponer una economía que contemple los bienes y servicios ambientales, pero sobre todo un estado con legitimidad ecológica, una política ambiental que dé valor y sentido a la naturaleza como bien intrínseco, bien público, social, cultural y de bienestar común. Un compromiso político regional y global para la defensa ambiental a través de la información, la educación y una ciencia incluyente que impulse un cambio cultural universal.

Una prosperidad sin destrucción ambiental
irreversible supone proponer una
economía que contemple los bienes y
servicios ambientales

“Nuestra Propia Agenda”, un documento elaborado por más de 30 expertos latinoamericanos hace 30 años con ocasión de “La Cumbre de la Tierra - Río92”, reconoció la historia ambiental de la región, la disponibilidad de sus recursos y bienes ambientales, las históricas modalidades de extracción y disposición de los recursos, examinados especialmente por su importancia para las economías y las rentas nacionales, y demostró el negativo impacto ambiental de los dos últimos siglos en la ocupación y uso del territorio y los espacios naturales.

Anotó con firmeza las evidentes contradicciones dentro de la modalidad de desarrollo prevaleciente en la región, los conflictos cada día más fuertes entre el crecimiento y el medio ambiente. Formuló las preguntas pertinentes y previno las consecuencias de un desarrollo limitado y equivocado y rescató los indudables aportes que el pensamiento ambiental había realizado en el periodo 1950-1990, resaltando sus aspectos distintivos e innovadores, que apuntan al corazón de las agendas de política pública.

Los ambientalistas latinoamericanos enfatizaron un aspecto esencial de lo ambiental, la incidencia de la actividad humana y el efecto de los modelos económicos. Admitiendo problemas globales, como la reducción o eliminación de la contaminación, propusieron ampliarlo a generar un planteamiento político sobre las alternativas de desarrollo local regional y global. “Ante los fuertes embates naturales y sociales que sufren nuestros sistemas ecológicos y sociales, ¿cuál es el grado de elasticidad que es posible prever?, ¿cuál es la capacidad que tendremos hacia el futuro cuando el cambio climático y el cambio global tensen cada vez más nuestros límites y pongan en
serios desafíos el mantenimiento de nuestras sociedades?”*.

Considerando que el planeta es el único hogar de que dispone el género humano, “nuestra casa común”, como expresa el pontífice Francisco, existen razones apremiantes para esta discusión que nos lleva a explorar las posibilidades del desarrollo sostenible y la forma de minimizar los impactos humanos negativos para el funcionamiento de los sistemas de la Tierra, sistemas sin los cuales es imposible la vida. Confirmar lo obvio: la salud de la naturaleza es la salud de la humanidad.

* Sejenovich, H. (coord.); Slutzky, B.; Cabrera, S., y Aguirre, P. (2012). Rescatando la historia perdida. El pensamiento ambiental latinoamericano a la luz de las contradicciones actuales del desarrollo.

Viaje Ambiental

Se despide la Luna llena

Espectacular vista de la Luna iniciando un nuevo ciclo, el pasado 27 de diciembre, a través del telescopio del Observatorio Astronómico del desierto de la Tatacoa. Pueden observarse en detalle los cráteres y reflejos en la superficie del satélite natural de la Tierra.

Cortesía Mariángela Quiroga Cantillo