Los huéspedes se alojan al interior del Jardín Botánico de Bogotá, de las cerca de 20.000 especies de abejas en el mundo, aproximadamente 600 están en Colombia; entre 30 y 40 en la capital.
Foto: Jardin Botánico de Bogotá
Bogotá como si se tratara de un alojamiento cinco estrellas, en medio de materiales naturales (como tallos de diferentes plantas, tallos con médula blanda) y de otros como pitillos plásticos, de papel y madera con perforaciones de diferentes diámetros, las abejas solitarias que viven en la ciudad arriban a estos hoteles para hacer sus nidos, dejar sus huevos, protegerse del frío, pasar la noche o, incluso, pasar largas temporadas tras su ardua labor de polinización.
La idea surgió ante la preocupante reducción en las interacciones y en las poblaciones de los polinizadores alrededor del mundo, fue con el propósito de, no solo contribuir a la conservación de estas especies, sino como una excelente herramienta para fomentar la investigación del comportamiento de estos insectos, y como elemento de sensibilización para los visitantes del jardín.
La Alcaldía de Bogotá viene desarrollando desde hace un año una investigación con tres módulos instalados en diferentes puntos del Jardín Botánico, de los cuales, el que está ubicado en el sector de páramo ha registrado la presencia de tres especies nativas de Colombia, las cuales, ya han completado 85 nidos activos en el alojamiento.
Explican desde el Jardín Botánico que a los albergues para abejas llegan principalmente las hembras apareadas con capacidad para poner huevos, quienes construyen celdas y en cada una depositan un huevo con comida y, finalmente, cierran con un tabique. Una vez la abeja finaliza su labor dentro del hotel, se marcha en busca de otro lugar para colonizar, pero los huevos se quedan y se desarrollan dentro del alojamiento, salvaguardados de otros insectos, de las aves y de la intemperie. Más adelante, las abejas que nacen allí, incluso, pueden reutilizar el espacio.
Como hallazgo importante de la investigación, se encontró que en el hotel instalado en el sector de páramo (representación de uno de los ecosistemas clave de la zona altoandina y de Bogotá) llegaron las abejas, especialmente de la especie Colletes sp., convirtiéndose en un indicador de salud, pues lo plantado a su alrededor es adecuado con estos polinizadores.
En cuanto a la estructura instalada, se trata de un módulo alejado del suelo para evitar la humedad y que otros insectos se suban; está protegido con un techo para resguardarlo de la lluvia; además, está ubicado estratégicamente donde hay buena iluminación y recursos alimenticios alrededor, garantizando un buen espacio para estos insectos.
“La lucha por brindarles un hábitat adecuado a las abejas es cada vez más apremiante, pues la ausencia de espacios óptimos para ellas y otros polinizadores podría conducir a una disminución de la polinización, un beneficio ecosistémico para la conservación de la diversidad biológica, de los ecosistemas mismos, la producción de alimentos y la economía mundial”, señalan desde el Jardín Botánico de Bogotá.
Precisamente, cerca del 75% de los cultivos del mundo dependen de la polinización. De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), las abejas silvestres son un importante elemento para la polinización, un indicador de la salud del medioambiente y, a su vez, eflejan la diversidad biológica.
Sin embargo, los servicios de polinización han mostrado una tendencia decreciente en todo el mundo, lo que afecta directamente a los cultivos y la nutrición.
Actualmente, factores como plaguicidas, enfermedades, efectos del cambio climático y la llegada de especies exóticas (desplazamiento) plantean problemas, no solo para los polinizadores, sino en la calidad de los alimentos que producimos. De hecho, si continúa la disminución de la polinización, algunos cultivos dejarían de existir.
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