Según el Global Forest Watch, Brasil y Bolivia son los dos países que mayor reportan tasas de deforestación en la región.
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De acuerdo al último reporte de la organización Global Watch Forest, desde 2001 al 2019, se produjo una pérdida de 386 millones de hectáreas (Mha) de cubierta arbórea a nivel mundial, equivalente a una reducción del 9.7% de la cubierta arbórea desde el año 2000, y a 105 gigatoneladas (Gt) de emisiones de CO₂.
Los datos señalan que un total de 53,8 millones de hectáreas cubiertas de árboles y bosques se perdieron en América Latina y el Caribe entre 2010 y 2019. Según las estimaciones de la organización no gubernamental Global Forest Watch, Brasil es responsable de un 55,6% del total de cobertura arbórea perdida en 32 Estados de la región en ese periodo.
Tan solo en 2019, 2,7 millones de hectáreas cubiertas con árboles y vegetación natural o plantada en el territorio brasileño fueron destruidas, ya sea por causas naturales o por la acción humana. Y si se cuenta la superficie cubierta de vegetación perdida de 2010 a 2019 en ese país, la cifra roza los 30 millones de hectáreas.
Bolivia es el país latinoamericano que registra la segunda mayor pérdida de superficie forestal, con un total de 3,8 millones de hectáreas entre 2010 y 2019. Le sigue Paraguay, con 3,6 millones y en cuarto lugar Argentina, con alrededor de tres millones de hectáreas.
La fuente señala a los incendios, la explotación forestal y la expansión de la frontera agrícola como los principales factores que impulsan la desaparición de bosques y selvas en todo el mundo.
En el siguiente mapa, se puede observar el comportamiento de la pérdida de cobertura arbórea del 2001 al 2019:
Por otra parte, un nuevo informe de la ONU, la FAO y el FILAC llamado “Los pueblos indígenas y tribales y la gobernanza de los bosques” señaló que las tasas de deforestación en América Latina y el Caribe son significativamente más bajas en los territorios indígenas y tribales donde los gobiernos han reconocido formalmente los derechos colectivos territoriales, y mejorar la seguridad de la tenencia de estos territorios es una forma eficiente y rentable para reducir las emisiones de dióxido de carbono equivalente (CO2e).
Basado en una revisión de más de 300 estudios publicados en las últimas dos décadas, el nuevo informe revela por primera vez hasta qué punto la ciencia ha demostrado que los pueblos indígenas y tribales en general, han sido mucho mejores guardianes de sus bosques en comparación con los responsables de los demás bosques de la región.
La investigación también sugiere que su función protectora está cada vez más en riesgo, en un momento en que la Amazonía se acerca a un punto de inflexión, que podría tener impactos preocupantes en las precipitaciones y en la temperatura y, eventualmente, en la producción de alimentos y el clima global.
El informe pide a los gobiernos, a los financiadores climáticos, al sector privado y a la sociedad civil que inviertan en iniciativas que fortalezcan el papel que juegan los pueblos indígenas y tribales en la gobernanza forestal, refuercen los derechos territoriales comunales, compensen a las comunidades indígenas y tribales por los servicios ambientales que brindan, y que faciliten el manejo forestal comunitario.
También afirma la importancia de revitalizar las culturas y los conocimientos tradicionales, fortalecer la gobernanza territorial y apoyar a las organizaciones de pueblos indígenas y tribales, reconociendo el papel fundamental de las juventudes indígenas y de las mujeres indígenas.
En Colombia, el 52 % de Colombia es bosque natural según el IDEAM, y según el DANE, el 48,3 % de esos bosques pertenece a los indígenas; para el año 2018 el Instituto Colombiano Agustín Codazzi (IGAC) reportó un total de 894 Resguardos equivalente a 31.646.865 hectáreas. De acuerdo con Minambiente, los grupos étnicos en Colombia son titulares de territorios donde se encuentra el 53,4% de los bosques naturales, encontrando el 46,1% en Resguardos indígenas y el 7,3% en territorios colectivos de comunidades negras o afrocolombianas.
Según informe del World Resources Institute (WRI) de 2016 las áreas boscosas habitadas por comunidades locales y étnicas en general presentan menores tasas de deforestación, y parte de ello se da porque en estas zonas las comunidades locales tienen profundos nexos históricos y culturales con la tierra. Resultados similares también han sido reportados por IDEAM y otras instituciones en el país, indicando que los bosques naturales donde hay monitoreo comunitario por parte de las comunidades se encuentran mejor conservados.
El 52 % de los bosques de toda la cuenca del Amazonas está en territorios indígenas, pero solo el 17 % de la deforestación tuvo lugar allí. En cambio, el 83 % de la tala ilegal ocurrió en tierras privadas o en baldíos. Esto se debe a que los pueblos indígenas sienten que tienen una conexión con la naturaleza y que son parte fundamental del ambiente en el que viven. Son comunidades que han adaptado su estilo de vida para integrarse y respetar su entorno. En las montañas, los sistemas de gestión del paisaje de los pueblos indígenas preservan el suelo, reducen la erosión, conservan el agua y limitan el riesgo de desastres.