Martes, 1 Julio 2025

Por Javier Zamora Rosero

En una de las localidades más urbanizadas de Bogotá, una comunidad ancestral mantiene firme su conexión con el territorio, la memoria y los saberes indígenas.

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Se trata del Cabildo Muisca de Suba, un pueblo que, pese a siglos de silenciamiento y transformaciones impuestas por una urbe de 10 millones de almas, sigue alzando su voz para defender lo sagrado, cuidar la naturaleza y revitalizar su cultura.

Suba, que en tiempos prehispánicos fue parte del territorio del Zipa de Bacatá, conserva hoy la presencia de alrededor de 10.800 personas que integran esta comunidad indígena. Reconocido oficialmente desde 1991 como cabildo urbano, el pueblo muisca ha desarrollado una organización sólida con liderazgo colectivo, visión territorial y una intensa actividad cultural.

 

Entre cerros, humedales y malokas

La comunidad muisca de Suba reconoce en su entorno urbano una red de sitios sagrados: cerros, lagunas, humedales y nacimientos de agua que fueron espacios de encuentro espiritual y ofrenda ancestral. Lugares como el cerro de Suba, los humedales Tibabuyes, La Conejera, Córdoba, y la laguna Chiguasuque no son simples espacios naturales; son centros
de validez espiritual, memoria e identidad.

A través de iniciativas como la Casa de Pensamiento, las celebraciones del Año Nuevo Muisca, las prácticas de medicina tradicional y la enseñanza del muysccubun —la lengua ancestral—, la comunidad promueve la transmisión de sus saberes y fortalece el tejido intergeneracional.

 

Territorio y ciudad: tensiones y aprendizajes

El crecimiento de Bogotá ha traído consigo importantes desafíos para los muiscas de Suba. El recuerdo de obras que afectaron el libre acceso, el agua y el paisaje sigue vivo y alimenta una vigilancia activa sobre el desarrollo de los proyectos que la administración de Bogotá ha propuesto para la localidad.

Estas experiencias han despertado procesos de movilización y diálogo, resaltando la importancia de que se reconozca la existencia y derechos de las comunidades indígenas en contexto urbano. Para los muiscas de Suba, ser visibles no es solo un acto de justicia histórica, sino una condición indispensable para participar en la construcción de ciudad con dignidad y respeto.

 

Una apuesta por el diálogo intercultural

A pesar de las heridas que ha dejado el olvido institucional y la exclusión, el Cabildo Muisca ha manifestado su voluntad de dialogar y construir acuerdos con los actores que confluyen en la localidad. Su interés está en proteger los ecosistemas, visibilizar su presencia, preservar la memoria y asegurar condiciones de vida dignas para sus familias.

Los muiscas de Suba son enfáticos en señalar que esta localidad no solo es concreto, vías y centros comerciales. También hay territorios sagrados, medicina viva, lengua antigua y comunidad que se resiste a su extinción. Reconocer la presencia indígena en la ciudad no debe ser un gesto simbólico, sino un compromiso real con un modelo de desarrollo más justo, incluyente y respetuoso con la historia.

 

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/Catorce6/

 

Voces desde el territorio

“Nosotros no estamos en contra del desarrollo, pero ese desarrollo debe incluirnos, debe reconocer que aquí hay un pueblo que tiene historia y derechos”, afirma Yeison Triviño, actual gobernador del Cabildo Muisca de Suba y abogado de profesión. Para él, la defensa de los sitios sagrados y la cultura ancestral no es un capricho, sino una forma de garantizar la
continuidad de una visión del mundo que aporta equilibrio y sentido al presente.

Diana Caita, autoridad de la Múcura de Territorio y Sitios Sagrados, insiste en que “el territorio no es solo tierra, es espiritualidad, es la conexión con nuestros ancestros, con nuestra lengua, con nuestras formas de vida”. Ella ha liderado movilizaciones pacíficas para visibilizar la presencia indígena frente a proyectos que han ignorado históricamente a la comunidad.

Estas voces reflejan la determinación de una comunidad que, en medio del bullicio urbano, sigue tejiendo futuro con raíces profundas. Reconocerlas y escucharlas es una tarea pendiente, no solo del Estado y la institucionalidad, sino también de toda la ciudadanía.

En tiempos de crisis ambiental y búsqueda de identidad, la voz de los pueblos originarios no puede seguir siendo ignorada. Escuchar a los muiscas de Suba es escuchar la raíz profunda de esta tierra que aún late en medio del bullicio de una localidad que ya supera el millón trescientos mil habitantes.

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