Un estudio de la Universidad de Montpellier, centrado en las plantas conocidas como pensamientos silvestres, revela una preocupante dinámica entre las plantas y sus polinizadores.
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En todo el mundo, millones de plantas dependen de polinizadores para transportar su polen y facilitar la fertilización de semillas. Sin embargo, debido a la pérdida de hábitat y al uso extensivo de pesticidas, se ha observado una disminución en las poblaciones de polinizadores, como las abejas. En respuesta a esta amenaza, algunas flores han evolucionado para autofecundarse y garantizar la producción de semillas.
El enfoque del estudio se dirigió a una planta herbácea conocida como pensamiento silvestre (Viola arvensis), que tradicionalmente utiliza a los abejorros para la reproducción sexual. No obstante, estas plantas han desarrollado la capacidad de utilizar su propio polen en un proceso denominado autofecundación.
La autofecundación permite a una flor evitar depender de la llegada de polinizadores. Sin embargo, este proceso limita la variabilidad genética, ya que la flor autofecundada utiliza exclusivamente sus propios genes para la producción de semillas. Por otro lado, la reproducción sexual implica la mezcla de ADN entre flores, generando combinaciones genéticas que pueden ofrecer una mejor adaptación a desafíos futuros, como enfermedades y sequías.
Para evaluar estos cambios evolutivos, los investigadores compararon una colección de semillas recolectadas entre 1990 y 2000 con las flores actuales. Los resultados revelaron un aumento del 27% en las tasas de autofecundación. Además, se observaron cambios en rasgos de las flores actuales como la disminución en la producción de néctar y una reducción del 10% en el área floral, lo que disminuye su atractivo para los abejorros.
El estudio también analizó las preferencias de los abejorros entre las plantas antiguas y las actuales, demostrando una inclinación por las plantas con rasgos ancestrales, que resultan más atractivas y ofrecen mayores recompensas a estos polinizadores.
La rápida evolución registrada en las últimas tres décadas indica la capacidad de las plantas para adaptarse a los cambios ambientales. No obstante, este fenómeno también puede acelerar la disminución de las poblaciones de polinizadores, impactando el delicado equilibrio de los ecosistemas naturales.