En las últimas tres décadas, los problemas ambientales, particularmente el cambio climático, se han convertido en causas políticas. Mientras los partidos de tipo liberal insisten en la urgencia del cambio climático, los partidos conservadores señalan que el cambio climático es menos grave de lo que se piensa y advierten que las políticas ambientales perjudican a los menos favorecidos[1]. Hasta el momento el debate ha generado confusión entre el público y retrasado la implementación de políticas eficaces[2]. Por consiguiente, los interesados en el medio ambiente debemos revisar si vale la pena continuar con la discusión de esta forma, o si conviene orientarla mejor.
Es fácil imaginar las razones para politizar los problemas ambientales. La experiencia histórica muestra como lucha política ha permitido avanzar en áreas como la educación y la salud. Asimismo, mediante la lucha política diversas comunidades rurales lograron recuperar el control de sus territorios ancestrales. Luego es posible suponer que la vía política podría permitirnos abordar el cambio climático. Sin embargo, este fenómeno presenta características muy particulares, por lo que requiere un abordaje diferente. Veamos algunos ejemplos.
En Estados Unidos, caso más desafortunado de la politización del cambio climático lo protagonizo el vicepresidente Al Gore. Este líder demócrata recibió un premio Oscar por su documental “An Inconvenient Truth” que fue presentado alrededor del mundo miles de veces[3]. En el año 2006, el vicepresidente Gore aseguraba que la humanidad ya contaba con la tecnología necesaria para enfrentar el cambio climático y que si no se tomaban medidas urgentes los daños serian irreparables. Con el paso del tiempo se hizo evidente que las tecnologías para la producción de energía renovable no estaban listas y que las predicciones catastróficas que anticipaba el documental no ocurrieron. Posteriormente, tanto los liberales como los ambientalistas se alejaron de Gore. La lección para los ambientalistas fue clara: exagerar la magnitud de los riesgos es contraproducente.
El segundo ejemplo proviene del expresidente norteamericano Barack Obama. En 2009, Obama trato de establecer un mercado de carbono aprovechando la mayoría demócrata en el congreso. La ley de “Cap and Trade”, buscaba crear un mercado de emisiones de carbono en Norteamérica y generar inmensos recursos para actividades de adaptación, mitigación y conservación. Como sabemos, la ley fracaso de forma espectacular[4]. Hasta la fecha los mercados de carbono continúan siendo iniciativas pequeñas y muy controversiales. El esfuerzo de Obama y los demócratas puso en evidencia los factores económicos y tecnológicos de dificultan la sustitución de los combustibles fósiles y nos enseñó que no es posible enfrentar el cambio climático por la vía legislativa.
En Colombia las discusiones ambientales también han sido politizadas. Por un lado, algunos grupos ambientalistas se dedican casi exclusivamente a la denuncia y son incapaces de construir acuerdos con el estado o el sector privado. Por otra parte, la violencia contra los movimientos indígenas y campesinos, luego de los acuerdos de paz, causa dolor y preocupación a todos los niveles de la sociedad. En conjunto, esta combinación de factores resulta en una mayor polarización.
Por tanto, es tiempo de abordar el desafío del clima de una mejor forma. Primero, es fundamental despolitizar la discusión y evitar los mensajes alarmistas. Segundo, debemos acelerar la transición hacia fuentes de energía más limpias.
La transición energética consiste en reemplazar gradualmente fuentes de energía contaminantes por fuentes más limpias. Para acelerar este proceso debemos lograr que la energía limpia sea más barata que la energía convencional. Esta es la principal razón por la cual el gas natural sustituyó al carbón. Este proceso de cambio en la matriz energética ha venido ocurriendo desde la revolución industrial[5], pero como muestra la figura, el proceso requiere de varias décadas[6].
Cambios en la composición de la energía primaria global (1850-2025). Modificado de Dangerman y Schellnhuber, 2013. PNAS.
La figura muestra el proceso global de sustitución de las fuentes de energía primaria desde 1850 hasta el presente. Primero la biomasa (leña) fue sustituida por el carbón. Luego, el carbón fue sustituido (parcialmente) por el petróleo y el gas natural. En el futuro, esperamos que las energías renovables sustituyan a los combustibles fósiles.
Sin embargo, debemos recordar que acelerar la transición energética requiere inversiones sostenidas para el desarrollo de tecnologías para la producción y almacenamiento de energía. Asimismo, la transición depende de un eficaz liderazgo político que pueda alinear los incentivos para que actores públicos y privados colaboren en la modernización de la matriz. Vale la pena recordar que el liderazgo político consiste en inspirar a las personas y no en asustarlas.
Por último, una transición donde la totalidad de la población tenga acceso a energía traerá enormes beneficios sociales y económicos. Por tanto, facilitar el proceso debe ser prioridad para los gobiernos, el sector privado y los ambientalistas.
Referencias
[1] Jim Inhofe, 2012. The Greatest Hoax: How the Global Warming Conspiracy Threatens Your Future.
[2] Mike Hulme. 2009. Why we disagree about climate change. Resumen.
[3] Al Gore, 2006. An inconvenient truth.
[4] Proyecto de Ley: American clean energy and security act. Ver también: the story of cap and trade, critica de los costos del proyecto de ley: Cap and Trade.
[5] Vaclav Smil. 2010. Energy Transitions.
[6] Dangerman J. and H. J. Schellnhuber, 2013. Energy systems transformation. PNAS: E549–E558.