Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) ante sequías más graves y temperaturas en aumento, es decisivo impedir que las tierras secas se conviertan en desiertos.
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Evitar que las fuentes de agua dulce se evaporen y que el suelo fértil se convierta en polvo es una tarea difícil, pero no imposible. Expertos del PNUMA aseguran que desempeñar la restauración, que es crucial para nuestro futuro como especie, por lo cual presentan siete formas de combatir la degradación de los suelos.
1. Hacer sostenible la agricultura. Al menos 2.000 millones de personas en todo el mundo, especialmente en zonas rurales y pobres, dependen de la agricultura para su subsistencia. Los sistemas alimentarios actuales, sin embargo, son insostenibles y contribuyen significativamente a la degradación del suelo.
Los gobiernos y el sector financiero pueden promover la agricultura regenerativa para aumentar la producción de alimentos mientras se preservan los ecosistemas. Esto incluye reorientar las subvenciones agrícolas hacia prácticas sostenibles y apoyar a pequeños agricultores. Las empresas agrícolas pueden desarrollar cultivos resistentes al clima, utilizar conocimientos indígenas y gestionar mejor el uso de pesticidas y fertilizantes. Los consumidores pueden adoptar dietas regionales, estacionales y ricas en plantas, incluyendo alimentos como alubias, lentejas, garbanzos y guisantes.
2. Salvar los suelos. El suelo alberga el 60% de todas las especies y produce el 95% de los alimentos. Un suelo sano actúa como un sumidero de carbono, ayudando a mitigar el cambio climático. Para mantener la salud y productividad del suelo, los gobiernos y el sector financiero pueden apoyar la agricultura ecológica. Las empresas pueden practicar la labranza cero y añadir compost y materiales orgánicos para mejorar la fertilidad del suelo. Técnicas de riego como el riego por goteo pueden mantener los niveles de humedad del suelo. Los individuos pueden hacer compost con restos de fruta y verdura para usarlo en sus jardines.
3. Proteger los polinizadores. Tres de cada cuatro cultivos dependen de los polinizadores, siendo las abejas las más importantes, aunque también murciélagos, insectos, mariposas, pájaros y escarabajos juegan un papel crucial. Sin los polinizadores, cultivos como plátanos, aguacates y mangos estarían en riesgo. Para protegerlos, es necesario reducir la contaminación atmosférica, minimizar el uso de pesticidas y fertilizantes, y conservar hábitats naturales. Las autoridades y particulares pueden dejar de segar algunas áreas verdes y crear estanques favorables para los polinizadores. Plantar flores autóctonas también ayuda a atraer a estos importantes insectos y animales.
4. Restaurar los ecosistemas de agua dulce. Los ecosistemas de agua dulce son vitales para mantener la fertilidad del suelo, proporcionando alimentos y agua, y protegiendo contra sequías e inundaciones. Sin embargo, están en peligro debido a la contaminación, el cambio climático y la sobreexplotación. Mejorar la calidad del agua y restaurar ríos y humedales son medidas cruciales. Los países pueden unirse al Desafío del Agua Dulce para acelerar la restauración de estos ecosistemas. También se pueden eliminar especies invasoras y replantar vegetación autóctona. Las ciudades pueden innovar en la gestión de aguas residuales y pluviales para proteger estos ecosistemas.
5. Renovar las zonas costeras y marinas. Los océanos y mares proporcionan oxígeno, alimentos y agua, y ayudan a mitigar el cambio climático. Más de 3.000 millones de personas dependen de la biodiversidad marina para su subsistencia. Los gobiernos pueden acelerar la aplicación del Marco Mundial para la Biodiversidad de Kunming-Montreal, restaurando ecosistemas como manglares y arrecifes de coral, y aplicando normativas estrictas sobre la contaminación. Un enfoque basado en el ciclo de vida para los plásticos puede evitar que estos lleguen al océano. Las empresas pueden invertir en la recuperación de nutrientes de las aguas residuales para su uso como fertilizantes.
6. Devolver la naturaleza a las ciudades. Con más de la mitad de la población mundial viviendo en ciudades, que consumen el 75% de los recursos del planeta y generan el 60% de las emisiones de gases de efecto invernadero, es crucial integrar la naturaleza en los entornos urbanos. Los bosques urbanos pueden mejorar la calidad del aire y proporcionar sombra. Conservar cuerpos de agua urbanos puede aliviar las olas de calor y aumentar la biodiversidad. Instalar tejados y jardines verticales en edificios puede crear hábitats para aves, insectos y plantas.
7. Generar financiación para la restauración. Las inversiones en soluciones basadas en la naturaleza deben más que duplicarse para alcanzar los 542.000 millones de dólares en 2030, necesarios para cumplir los objetivos globales de clima, biodiversidad y restauración de ecosistemas. Los gobiernos pueden invertir en sistemas de alerta temprana y financiar actividades de restauración de tierras. El sector privado puede integrar la restauración de ecosistemas en sus modelos de negocio e invertir en empresas sostenibles. Los individuos pueden apoyar financieramente la restauración a través de donaciones y crowdfunding para innovaciones ambientales.
Estas estrategias, promovidas por el PNUMA, son fundamentales para combatir la sequía y la desertificación, protegiendo así el medio ambiente y garantizando un futuro sostenible para la humanidad.