Hace poco más de un año, hortelanos de Caño Clarín en Sitio Nuevo, Magdalena, empezaron a cambiar su forma tradicional de cultivar por prácticas agrícolas sin uso de agroquímicos. En la medida que mejoran sus ingresos, están contribuyendo al mejoramiento ambiental.
Por Verónica Barreto Riveros
Treinta y cinco familias de la zona de amortiguamiento del Vía Parque Isla de Salamanca empezaron a transformar sus sembrados eliminando insumos como fertilizantes y plaguicidas sintéticos, conservantes, aditivos, irradiación y semillas y especies modificadas genéticamente. En vez de eso, llevan a cabo prácticas para la gestión del suelo e incrementan su fertilidad, con lo que evitan la propagación de plagas y enfermedades.
Ello ha sido posible gracias a los trabajos de capacitación ejecutados durante más de un año por la Corporación Bioparque, con el apoyo de Corpamag.
POR QUÉ FUE NECESARIO EL CAMBIO
Las familias de Caño Clarín disponían de parcelas pequeñas, lo que permitió hacer laboratorios y observaciones parcela por parcela. Primero se identificó que los hortelanos sembraban de forma repetida y combinada para mejorar la producción, haciéndola más limpia. Aprendieron que en los cultivos, especialmente de cebollín y cilantro, si los residuos de una cosecha se dejan en el terreno se hacía más factible el establecimiento de plagas y enfermedades.
De otra parte, en temporada de lluvia la humedad del suelo se intensifica y por estar en una región costera aumeta su salinidad.
“Les ayudamos a los horticultores a hacer frente a la salinización del suelo con unos camellones que ellos mismos levantaron utilizando un geotextil, para luego llenarlos con una mezcla de sedimento, cascarilla de arroz y abono orgánico”, asegura Jairo Pérez, ingeniero químico de la Corporación Bioparque. Este método permitió salir de una realidad en la que la producción era escasa, costosa, de baja calidad y, por ende, la comercialización se dificultaba.
SIEMBRA AÉREA
Para llegar a la idea de los camellones, los horticultores experimentaron diferentes modalidades. Sabían que debían poner los cultivos lejos del suelo para evitar la salinidad y la aparición de enfermedades. “Después de ensayar con diferentes modalidades, encontramos que lo que más funcionaba en la región era la construcción de cajas de siembra aisladas del suelo con plásticos de pvc, un sustrato de la tierra nativa y un texturizante de cascarilla de arroz para mejorar el drenaje”, cuenta Pérez.
Para el establecimiento de parcelas piloto se experimentó en campo con materiales para las cajas de siembra que reemplazaran al suelo salinizado. Inicialmente se seleccionó una geomembrana gruesa e impermeable, persiguiendo el aislamiento del sustrato para evitar la salinidad y la duración del material, que permitiera la sostenibilidad del sistema. Se recomendó obtener madera para la construcción de las cajas, se definió un tipo de estacas y el alambre para sostener la geomembrana.
“Primero pusimos las membranas, luego pusimos el abono, posteriormente se echó la tierra, después se tiró la semilla de cilantro y luego se sembró la cebolla. Así hicimos con la segunda y todas las demás cajas de cultivo”, explica Andrés Díaz Torres.
Siembra exitosa de cebolla en parcela del señor Marcelino Santana. /Foto: Archivo particular
ENSAYO Y ERROR
Se establecieron tres parcelas piloto con el material de geomembrana gruesa y pudo observarse que a los dos meses había problemas de humedad con el sustrato, a pesar de que las cajas se dotaron con racores para drenaje, cada cierta distancia. El problema fundamental fue el mal drenaje del suelo aluvial de la zona utilizado para llenar las cajas de siembra, lo que generaba humedad crítica en el sustrato, con daños en el crecimiento de la cebolla.
La geometría rígida también conllevó problemas para el drenaje de la caja de siembra, generando humedades críticas para el cultivo. Además, el aserrín crudo resultó ser un material inadecuado para sustrato, así como el compost, que produjo daños a la raíz de las cebollas debido a la alta humedad.
Los hortelanos de Caño Clarín han
logrado importantes desarrollos con
el apoyo de Corpamag
Por lo anterior, la Corporación Bioparque cambió la geomembrana por un material geotextil de alta permeabilidad. Así, se facilitó el drenaje y el lavado del sustrato por el riego de elementos tóxicos, como el sodio, que pudiese tener el suelo aluvial, el cual conforma la mayor parte del sustrato de siembra.
Después de ensayar con diferentes materiales, se llegó a la conclusión de que los materiales de geotextiles de alta permeabilidad, colocados sobre lámina plástica de polietileno, aíslan y drenan el sustrato del suelo salino, lo que evita la alta humedad, y favorecen el control de malezas.
“En unos 20 días cosechamos y así nos dimos cuenta de que estaba funcionando correctamente todo el cultivo. Entonces, completamos los 20 camellones para llenar toda la parcela”, comenta Marcelino Santana, horticultor participante del proyecto.
Bioparque promueve el cultivo de otras hortalizas, entre ellas pepino, pepino de encurtir,
pepino para rellenar, ahuyama baby y maní blanco runner.
CONTROL DE LAS ENFERMEDADES
La experiencia ha permitido que los horticultores aprendan a realizar desinfección de la semilla, antes de sembrar. Bioparque ha recomendado la utilización de cal viva (óxido de calcio) disuelta en agua, con el fin de eliminar esporas de hongos, bacterias y otras enfermedades de estos cultivos.
La aplicación de repelentes biológicos se inició con ají tabasco superpicante comprado en un cultivo del departamento del Atlántico. No obstante, la medida más adecuada para el control biológico de enfermedades del suelo es usar un hongo benéfico que se establece y se desarrolla en las raíces de las plantas y controla a los hongos patógenos. De esta manera también crecen otros microorganismos benéficos.
La incidencia de plagas está más presente en los árboles frutales de guayaba y guanábana. Para esto se recomiendan repelentes naturales a base de pastas de ají picante, ajo, tabaco y jabón.
Finalmente, el crecimiento adecuado se logró con el uso de un fertilizante órgano-mineral y yeso, el cual ayudó a solubilizar el sodio y a eliminarlo con el agua de irrigación.
LA DURA COMPETENCIA
A pesar de los logros en la adecuación de cultivos, los hortelanos de Caño Clarín siguen exponiendo las dificultades de comercialización como el más grande de sus problemas. Desde el inicio de la experiencia hubo un proceso de inducción a nuevas formas de comercialización, incluyendo la promoción de otros cultivos de hortalizas, entre ellas pepino, pepino de encurtir, pepino para rellenar, ahuyama baby (de crecimiento precoz) y maní blanco runner (adecuado para seguridad alimentaria).
“Podría decirse que estamos frente a las hortalizas más amigables con el medio ambiente de toda la región, tanto en su fertilización como en el control de plagas. No podemos decir que son orgánicas por no contar con la certificación que lo acredite, pero nada tienen que envidiarle a ese tipo de cultivos”, señala Marlis Peralta, líder del proyecto.