Viernes, 19 Abril 2024

 

 

Por Lina Alejandra Jaramillo / Fotos: Juan Felipe Lazarus

Desde varios frentes, un batallón de estudiosos de las profundidades submarinas examinan de cerca al indomable pez león, que sigue peleando un puesto y un territorio como si fuera propio.

Aún hoy, casi cinco años después del anuncio de la llegada del pez león, visto por primera vez en aguas colombianas en el 2008 (edición 16 de Catorce 6), comunidades pesqueras, investigadores y entidades ambientales luchan por combatir a este visitante letal para la biodiversidad asociada a los arrecifes coralinos.

Llegó con encantadoras formas y colores vivos que desde entonces son señal de peligro y ponzoña. Sus largas espinas frontales, parecidas a un plumaje al extenderse alrededor de su cabeza, y las espinas de su cola contie­nen un veneno que ha disparado la mortalidad en la fauna acuáti­ca y se ha convertido en un riesgo para el turismo.

El pez león es el causante del desplazamiento y depredación de cien­tos de especies nativas; por eso, se ha conver­tido en plaga y el desequilibrio que genera consiste en que ninguna de las otras especies lo reconoce como ali­mento, lo cual facilita su reproducción. Esto sumado a que una hembra puede producir hasta 30 mil huevos cada 3 días.

Con el propósito de minimizar el impacto y controlar la ame­naza de este invasor letal, la Universidad Jorge Tadeo Lo­zano adelanta el proyecto “Evaluación de la dieta e impacto de la extracción del pez león Pterois voli­tans en el Caribe colom­biano”, que examina su cadena alimenticia, su repro­ducción, el comportamiento en diferentes ecosistemas y la repercusión en la industria pes­quera

“Biólogos y buzos marinos se sumer­gen en arrecifes y manglares para tomar datos y cazarlos con lanzas especiales que no afecten otras especies. Su aparición es una gran oportunidad para estudiar cómo se comporta una especie invasora, los efectos con el paso del tiempo y la capacidad de adaptación a ecosistemas distintos a su hábi­tat natural, que son los arrecifes coralinos del Indo-Pacífico”, asegura el líder de la investigación, Adolfo Sanjuán Muñoz, biólogo marino y docente del programa de Biología Marina de la Tadeo en Santa Marta

El estudio propone un plan de manejo y control del pez en Colombia, busca determinar su impacto en comunidades na­tivas y si ello tiene efectos en el mercado pesquero, pues este depredador devora los peces jóvenes, que son importantes comercialmente porque son los que se dejan para la reproduc­ción y posterior pesca cuando son adultos.

En cuanto a su alimentación, los individuos más pequeños se alimentan de cangrejos, camarones y moluscos, mientras que los más grandes —tal vez por el tamaño de su boca según

 la investigación— consumen solo peces. “En 2013, una te­sis de la Universidad Nacional en el Caribe estableció que a 20 metros de profundidad en aguas sanadresanas se pueden encontrar un millón de peces león. Si se extrapola y se asu­me que cada uno consume 1 gramo de alimento cada 24 horas, estaríamos diciendo que juntos consumen un millón de gramos al día, es decir, una tonelada diaria, y esto por un año sería 365 toneladas de peces que fueron consumidos y ya no están disponibles para los pescadores y otros animales del mar”, advierte Sanjuán.

Un ejemplo del impacto negativo de una invasión es las Ba­hamas, que desde 2004 ha sido víctima del pez león, actual especie dominante en sus aguas y que ha acabado con gran parte de la biodiversidad. En Colombia, el mayor número se encuentra en los alrededores de San Andrés, seguido de Ca­purganá y en menor cantidad en Santa Marta y Cartagena. “Esta clasificación se realiza con unidades de peces contados a tan solo 20 metros de la superficie, pues aún no se cuenta con los equipos para registros a mayor profundidad”, señala el docente de la Universidad Jorge Tadeo.

Sus depredadores son el cherla, el mero y el tiburón, que al parecer se lo comen de cabeza para que las espinas queden guardadas al momento de la caza. Cabe anotar que las dos primeras son especies de alto consumo, por lo que el invasor de los arrecifes no tiene muchos depredadores en el mar Ca­ribe.

Hasta el momento se ha podido constatar, por medio del ADN mitocondrial, que los miles de peces león del Caribe provienen de nueve hembras, lo que teóricamente demuestra una baja diversidad genética y, a su vez, la posible generación de mutaciones, enfermedades o tumores debido al cruce en­tre familias. Para los científicos es importante profundizar en este punto para entender la dinámica de reproducción.

Aunque la presencia del pez león preocupa en toda América, pues se han registrado apariciones en el Golfo de México y la costa Atlántica estadounidense, aún no ha sido visto en el Pacífico colombiano o en aguas dulces, pero se presume que puede sobrevivir en este tipo de aguas, gracias a pruebas de laboratorio que determinaron su adaptabilidad.

 

 

 

 

 

 Los individuos más pequeños se alimentan de cangrejos, camarones y moluscos,    mientras que los más grandes consumen solo peces.

 

 

 

 

La unión hace la fuerza

Desde la aparición de la especie en Colombia, entidades como el Invemar, la Universidad Nacional, la Universidad del Mag­dalena y el Ministerio de Ambiente han difundido mensajes, investigaciones y capacitaciones a la comunidad, turistas y pescadores, con el fin de dar a conocer más sobre la especie y estudiar su comportamiento en aguas marinas.

Andrea Polanco, investigadora de Invemar, cree que para fre­nar la invasión de esta devastadora especie se debe capacitar a las comunidades y asociaciones pesqueras sobre cómo ca­zarlo y comerlo, y a su vez romper el mito de que no se puede consumir por su veneno. “La idea es incentivar a la población a trabajar de manera mancomunada en este tipo de iniciati­vas, como la caza masiva, que aunque no es muy ambiental, es necesaria para controlar la plaga”, asegura. En diferentes épocas del año, en países como México, Honduras, Costa Rica y Colombia se realizan torneos de caza del pez león con el objetivo de disminuir su población.

Andrea tiene un restaurante en Santa Marta y conoce la aceptación que ha tenido este plato entre pro­pios y visitantes. En la actualidad ya existen recetarios para prepararlo y son varios los chefs que encontra­ron en su carne un sabor exquisito y la forma de apoyar la causa para salvar los arrecifes coralinos.

Según el profesor Adolfo Sanjuán, Colombia está a la vanguardia en investigaciones sobre esta especie. “Esperamos poder seguir investi­gando y profundizando más, de tal forma que nos permita encontrar un beneficio diferente al alimenti­cio. Aún no se sabe, por ejemplo, para qué puede ser utilizado su veneno; ojalá encontremos propie­dades medicinales, farmacéuticas o cosméticas”, comenta.

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Editorial

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