Jueves, 18 Abril 2024

Por Lina Alejandra Jaramillo

La posibilidad de contar con suelos permeables permite atenuar el gran impacto por el crecimiento urbano desaforado y el inadecuado manejo de aguas lluvia.

Antes de que las calles de las ciudades se llenaran de concreto —como una costra que se va endureciendo pero que genera sin duda una sensación de bienestar porque mejora el entorno de los barrios y espacios—, el material usado para crear caminos eran las piedras y luego el adoquín, un piso conformado por bloques pequeños unidos que permitían el paso del agua al subsuelo. Sin embargo, basados en un criterio de mejoramiento urbano, la pavimentación de los suelos se ha incrementado sin tener en cuenta aspectos ambientales como las precipitaciones, que provocan graves inundaciones cuando la falta de porosidad no permite la filtración del agua hacia el subsuelo y hace que esta corra por las superficies hasta las partes más bajas de los terrenos mezclándose con sedimentos. Esto es lo que llamamos impermeabilización.

En zonas verdes, la filtración de aguas pluviales en el suelo es del 80 por ciento, la escorrentía (corriente de agua que fluye sobre un terreno) es del 15 por ciento y el 5 por ciento restante se evapora. Al impermeabilizarlas, el 80 por ciento se convierte en escorrentía que se desplaza superficialmente hasta introducirse al sistema de alcantarillado —si lo hay—, 10 por ciento se filtra y el otro 10 por ciento se evapora. Lo anterior quiere decir que el subsuelo deja de recibir toda el agua que se filtraba sin el pavimento.

Según el profesor Juan Saldarriaga, vicedecano de investigación de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de los Andes y coordinador del Centro de Investigaciones en Acueducto y Alcantarillados (Ciacua), cuando esto pasa, el subsuelo simplemente se adapta a dejar de recibir agua, los problemas vienen cuando se quiere recuperar la infiltración. “Se deben hacer estudios para que el agua que va a entrar nuevamente no afecte lo ya urbanizado”, advierte.

Pasó el tiempo y se estancó el agua

                       Aeropuerto el Dorado, Bogotá 1960                                  Aeropuerto el Dorado, Bogotá 2014

Las densidades poblacionales han ido aumentando y, con ellas, las necesidades de vivienda y servicios públicos. Se estima que los mayores índices de crecimiento y desarrollo en Colombia se presentaron a mediados del siglo XX y desde entonces no ha parado. El fenómeno de migración a las ciudades fue tan intenso, que hoy el 70 por ciento de la población vive en las urbes. Bogotá, que en 1938 contaba con 325.650 habitantes, multiplicó por 17 su población en 1993 y en 2014 es 25 veces más grande que en la tercera década del siglo pasado.

La comunicación con el exterior, que era casi exclusivamente a través de la navegación fluvial por el río Magdalena, fue sustituyéndose con la llegada del automóvil y se dio todo un impulso a la urbanización y la economía. Así, en el afán de comunicar ciudades, las extensas hectáreas de pastos verdes, árboles y lagunas que cubrían la superficie del suelo fueron reemplazadas por calles pavimentadas.

La capital colombiana, que en el 2004 contaba con 827.000 predios urbanos, hoy, diez años después, registra 2.361.293, según el Instituto Geográfico Agustina Codazzi. Esto evidencia el acelerado crecimiento y el débil plan de ordenamiento territorial que permite construir en todo el territorio sin restricciones ni vigilancia, en donde la construcción bajo informalidades prevalece y las medidas de prevención son mínimas ante inundaciones y deslizamientos. Un estudio de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) estableció que en el periodo 2010-2011 se registraron 1.233 inundaciones (55,6 por ciento del total de emergencias) en el territorio nacional.

“Los diseños de los sistemas de drenaje urbano antiguos se realizaron atendiendo a las precipitaciones de la ciudad en ese momento. Con los cambios climáticos que se han venido presentando en las últimas décadas, la intensidad de lluvias ha aumentado. Se estima que cae mayor volumen de agua en menos tiempo, lo que implica que el sistema de drenaje urbano no tiene la misma capacidad de antes y genera mayor frecuencia de inundaciones”, asegura Juan Saldarriaga.

¿Es posible la urbanización sostenible?

La permeabilización de infraestructuras ha llevado a compañías como Argos a desarrollar productos que atiendan esa necesidad ambiental.

La compañía está terminando los ajustes para lanzar al mercado su nuevo concreto permeable. Según Camilo Restrepo, vicepresidente de Innovación, el producto tiene la capacidad de dejar pasar el agua por sus poros o espacios vacíos interconectados.

Inicialmente, el concreto permeable está diseñado para construcciones de pisos duros como pavimentos de bajo tráfico, parqueaderos, ciclorrutas, parques lineales, plazas y vías peatonales. “Al combinar este material con otros y usando diferentes colores, se puede crear una pieza clave de la arquitectura y el urbanismo sostenible, pues se convierte en un sistema de gestión de agua que se integra con el entorno arquitectónico”, dice Restrepo.

La industria de los desagües no se queda atrás. Acuacell Pavco ha desarrollado elementos modulares de alta capacidad estructural y de almacenamiento, con los que se pueden construir depósitos retenedores de las aguas para muchos sitios. La empresa actualmente adelanta investigaciones en convenio con la Universidad de los Andes sobre sistemas de alcantarillado y cambios climáticos hacia el futuro.

Es tal la alarma que ha despertado la impermeabilización de los suelos en las ciudades, que ya son varios los países y compañías internacionales los que han incorporado la integración y el aprovechamiento de aguas lluvias como un recurso sostenible. El Sistema Urbano de Drenaje Sostenible (SUDS) es una estrategia que busca devolver la permeabilidad, mejorar la calidad de las aguas lluvia y minimizar la escorrentía, devolviendo a su vez un paisajismo urbanístico más sostenible y biodiverso. Ciudades como Nueva York, Sídney, California, Londres y Barcelona han logrado total éxito en su implementación y desarrollo, y actualmente son líderes en su sistema de transporte de aguas pluviales.

El SUDS cuenta con tipologías como tanques de almacenamiento, techos verdes, reúso de riegos, alcorques, jardines de biorretención, jardines verticales, estacionamiento con sistemas de acumulación para reúso, pavimentos permeables, entre otros. El profesor Saldarriaga advierte que cualquier sistema que se implemente debe estar relacionado con las especificaciones hidrológicas y geológicas del terreno que se va a permeabilizar: “La ejecución de todo sistema de permeabilización debe obedecer a estudios previos que aseguren la estabilidad de las edificaciones o infraestructuras ya construidas, pues no todo puede ser permeable, y tratar de reversar lo que hemos hecho sin tener las precauciones necesarias puede significar múltiples problemas”.

El mayor beneficio que se espera con la implementación de este sistema en Colombia es disminuir las inundaciones, las crecientes de los ríos y quebradas y reducir el consumo de agua potable. Otros beneficios ambientales tienen que ver con la mayor producción de oxígeno, la posibilidad de convertir emisiones de CO2, la absorción y transformación de los rayos del sol, la reducción de la temperatura ambiental principalmente en los edificios, la creación de amplias áreas de captación, la reducción de costos de energía, la creación de hábitats para la vida animal y la recarga de aguas subterráneas.

Políticas como estas no han iniciado su implementación en otras ciudades del país.

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Editorial

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