*Albert Einstein
¿Cuántas veces hemos querido volver a empezar algo para hacerlo bien y no remendar lo ya construido? Pues en el tratamiento de aguas residuales en Colombia tenemos hoy esta oportunidad: luego de casi 30 años de instrumentos económicos y normativos tenemos una realidad del 33 por ciento en cobertura (DNP, 2014).
Aunque parece un panorama triste, nos impone grandes retos y la oportunidad de repensar y empezar de cero, aprovechando las lecciones aprendidas. Un buen arranque conceptual podría pasar por una superposición de dos preguntas: cuál es el ambiente que queremos y cuál es el crecimiento económico que queremos.
Así, nos podríamos aproximar a un encuentro y reconocer los sacrificios en uno y otro objetivo. Paso seguido, podríamos pensar en un marco de instrumentos económicos con una única mirada que hoy no está declarada y es que los Planes de Saneamiento y Manejo de Vertimientos (PSMV), las tasas retributivas y los límites permisibles de vertimientos buscan lo mismo, deben sumar resultados y no multiplicar cargas; pueden ser excluyentes si con uno solo se logra el objetivo sobre todos los contaminantes, o complementarios cuando no se han logrado las tasas óptimas de las que habla el impuesto pigouviano o cada instrumento le apunta a cumplir una parte del objetivo final. En todo caso, una mirada aislada para cada instrumento no tiene ningún sentido.
Esto nos lleva a preguntarnos si deberíamos contar con los recaudos resultantes de la aplicación de tasas como una herramienta más para mejorar las calidades de las fuentes. Y la respuesta no es tan obvia, pues si las tasas generan el resultado esperado y llegan al encuentro entre preservación y crecimiento, no sería necesario invertir más para resolver el mismo problema, sino que, por el contrario, debería invertirse en otros mercados más distorsionados. Ahora bien, si esas tasas no son suficientes y el control de cantidades tampoco, debería ser obligatoria la inversión de esos recursos.
Por último, un buen fin para este arranque podría ser darle un vuelco a los conceptos de contaminación y actividad económica en este sector. Si nos devolvemos en el tiempo, aunque no muy atrás y no muy lejos, nos encontramos con una situación poco deseable ambientalmente: la descarga atomizada y descontrolada de las aguas residuales a las vías, la propagación de enfermedades y el riesgo geológico, es decir, la falta de alcantarillado.
Deberíamos pensar, entonces, que el servicio público de alcantarillado (que recolecta y transporta lo que por acción antrópica se genera y necesariamente debemos evacuar) no genera externalidades negativas, las disminuye per se.
Si bien es una actividad económica, en la tarifa no se internaliza el beneficio ambiental de esta recolección, pero a las empresas sí se les cargan los costos para la reducción de la externalidad y, lo más preocupante, con inversiones a ciegas y con resultados específicos no develados. El impacto tarifario del tratamiento puede superar la capacidad de pago de las comunidades, lo cual compromete el servicio de recolección y nos devuelve al peor escenario.