Autora: Mónica Espinosa Valderrama Asistente de Investigación – Estudiante de Doctorado en Ingeniería Universidad de los Andes
El 86% de los bogotanos pertenece a estratos socioeconómicos de ingreso bajo y medio. Para la mayoría caminar y usar el transporte público siguen siendo las formas más comunes para moverse en la ciudad. Estos dos modos representan el 80% de los viajes que hace la población de estratos 1 y 2 y el 70% de los viajes que realizan los ciudadanos de estrato 3. Aunque todos los bogotanos perciben largos tiempos de viaje, existen grandes diferencias por grupos de población, y son los más pobres quienes se ven más afectados por mayores distancias entre los sitios de vivienda y trabajo, así como por limitaciones en el acceso al transporte. Los datos de la Encuesta de Movilidad 2015 muestran que quienes viajan en Transmilenio y buses convencionales deben invertir en promedio el doble de tiempo por cada viaje que realizan, en comparación con el tiempo que requieren los que viajan en transporte privado. Aún si se compara el tiempo de viaje para un mismo modo, los ciudadanos de mayor ingreso requieren de menos tiempo para realizar cada viaje. Estas situaciones ya reflejan desventajas y exclusión social en el transporte. Cuando se tienen en cuenta las condiciones en que viajan las personas según el modo que utilizan, se evidencia cómo otros factores pueden estar acentuando las desventajas. Un tema que requiere atención desde el área de transporte, es cómo el modo en que se viaja también está creando grandes diferencias en términos de los niveles de contaminación a los cuáles se expone la población.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS) el material particulado fino (PM2.5) es el contaminante con mayores efectos en la salud. Los datos de la Secretaría Distrital de Ambiente muestran que éste es el contaminante que excede con más frecuencia los estándares locales. Mediciones recientes al interior de la cabina de buses articulados, buses convencionales y automóviles, y niveles registrados para usuarios de motocicleta, bicicleta y para quienes caminan, muestran que en todos los casos los niveles de PM2.5 son superiores a los valores recomendados por la OMS y se exceden en factores entre 3 y 15 veces dependiendo del modo que se use para movilizarse. Si además del nivel de contaminación se considera el tiempo que las personas pasan en estos modos y la tasa de respiración, se encuentra que por cada viaje la dosis potencial de PM2.5 de un usuario de Transmilenio es en promedio 10 veces superior a la de una persona que viaja en automóvil. Estos dos modos representan el nivel más alto y más bajo encontrados entre las opciones mencionadas. Un viaje en Transmilenio y bus convencional equivale a pasar 45 minutos en Zabol (Irán) y Raipur (India), respectivamente, ambas en la lista de las diez ciudades con mayor contaminación por PM2.5. Para los modos restantes, el efecto de un viaje equivale a estar en ciudades menos contaminadas.
Las condiciones de viaje en Bogotá generan una carga ambiental que es desproporcionada sobre grupos vulnerables de la población. Un entendimiento integral del rol del transporte en la ciudad, lo involucraría de manera más activa en la reducción de la contaminación atmosférica y en generar opciones para reducir los impactos de la flota en la salud de sus usuarios.
Morales Betancourt, R., Galvis, B., Balachandran, S., Ramos‐Bonilla, J. P., Sarmiento, O. L., Gallo‐Murcia, S. M., & Contreras, Y. (2017). Exposure to fine particulate, black carbon, and particle number concentration in transportation microenvironments. Atmospheric Environment, 157, 135–145. https://doi.org/10.1016/j.atmosenv. 2017.03.006