“Yo no sé lo que es un arcoíris, no he visto los colores, pero sé si un sonido fue grabado en la mañana, si el cielo estaba despejado y si el sonido fue grabado en el Amazonas”.
Es tal el grado de detalle y descripción al que ha llegado el uruguayo Juan Pablo Culasso que es considerado unos de los mayores expertos mundiales en zoofonia o grabación de los sonidos de la naturaleza, ya que puede identificar el canto de 3000 aves con sus nombres científicos.
Nació sin poder ver, pero cuenta con una inmensa capacidad para disfrutar de otros sentidos, “entiendo el medio ambiente de una manera diferente. Si estoy caminando en un páramo, puedo sentir las hojas de un frailejón, las personas con discapacidad tenemos un contacto más íntimo con la naturaleza”.
Todo comenzó años atrás cuando su padre hizo un juego para adivinar y recordar las aves, hasta que un día se presentó al concurso televisivo Supercerebros de National Geographic en compañía de su perra guía Rania. Juan Pablo fue elegido por votación del público como una de las mentes más privilegiadas de América Latina obteniendo un premio de 45 mil dólares que pronto invirtió en la compra de equipo para hacer sus grabaciones del canto de las aves.
Foto: Cortesía Juan Pablo Culasso
Pero la experiencia que marcó su rumbo fue una salida de campo con un amigo quien le pidió que le diera REC a la grabadora para poder grabar algunas aves y de allí en adelante comenzó un camino lleno de recordación sonora. “Hoy en día me encanta el sonido del cucarachero rufo”.
Su vida ha sido una constante lucha para combatir las “barreras actitudinales” de la sociedad, le gusta crear inclusión en los eventos con la naturaleza, no crear eventos exclusivamente para personas con discapacidad. “Por ejemplo la Teletón nos perjudica, nos pone como víctimas porque una persona da algo y luego se lava las manos y el resto del tiempo nos tienen como invisibles”, dice que prefiere ser reconocido por sus habilidades.
Trabajó durante dos años en el laboratorio de grabación de sonidos en la Universidad de Campinas, en Brasil con el profesor francés Jacques Vielliard, quien aumentó su capacidad para distinguir el canto de las aves para crear el archivo sonoro neotropical.
“Una vez hice una locura en Brasil en un teatro presentando un sonido de diez minutos a oscuras que contenía el amanecer y el anochecer y me dijeron que algunas personas lloraron, yo estaba muy nervioso pero de principio a fin se respiraba la selva, fue la experiencia más loca e increíble del mundo”.
Hace poco logró viajar a la Antártida a grabar su biodiversidad, experiencia que considera la más significativa de su vida, “un día hubo una visita de la China y yo estaba catalogando y registrando el paisaje sonoro y los chinos quedaron muy impresionados porque es algo nuevo que muestra la realidad desde otro punto de vista, para no mostrar lo mismo: que se está derritiendo el hielo, pero yo te muestro el sonido del iceberg rompiéndose y cayendo debajo del agua, yo te muestro el sonido del tempano derritiéndose en el agua”. Y de esa visita surgió un documental de la CCTV, televisión China, de quince minutos que muestra el trabajo de Culasso.
Foto: Cortesía Juan Pablo Culasso
Afirma que la gente no le presta atención a los sonidos, “tienen oídos pero no los saben utilizar, están prisioneros de sus ojos, presos a la información que le entra por los ojos, y se están perdiendo de un mundo precioso que entra por los oídos, con los oídos tenemos una visión de 360 grados”
Ya ha grabado varios cds y en sus charlas cuenta que la selva amazónica es una gran catedral con pájaros que cantan en sus copas a una altura de 60 metros, generado un eco mezclado con los insectos. Una sinfonía de 40 especies de aves cantando a la vez.
Afirma que le fascina pensar que lo siguiente que vendrá, y espera viajar al África al Congo, con ayuda del ejercito de su país, esta vez espera encontrarse con los grandes mamíferos y grabar especialmente el trompeteo de los elefantes. “Yo enseño a motivar, a esforzarse, a sacrificarse para conseguir los sueños”. Ahora está en Colombia para aprender más del canto de las aves en Caldas y disfruta de la nieve del nevado del Ruiz cayendo en la piel de su rostro, mientras espera grabar el sonido de alguna ave que quiera quedar retratada en la eternidad de una de sus grabaciones.