Lunes, 9 Diciembre 2024

Según las autoridades de ese país, los animales han destruido un área de bosque casi el doble de grande que la ciudad de Buenos Aires.

castores

Foto: cortesía latam.discovery.com


El castor fue introducido en los años 40 a la región de Tierra del Fuego, Argentina, con la intención de establecer una población silvestre que pudiera utilizarse para el comercio de su piel. El problema, y lo que no se tuvo en cuenta, es que en esa localidad no hay presencia de depredadores naturales del animal como lo son los osos y los coyotes.

Así, la invasión fue exitosa, ya que se partió de solo 20 individuos que se convirtieron en 100 mil animales en 50 años. El castor consiguió colonizar la mayoría de los arroyos de la isla, tanto del lado argentino como del chileno, amenazando principalmente los bosques australes de lenga, guindo y ñire, así como la producción forestal y ganadera.

Según la oficina de Estrategia Nacional sobre Especies Exóticas Invasoras de ese país, los castores han destruido un área que es el doble de grande a Buenos Aires. El animal no solo tumba a gran velocidad los árboles, sino que los mismos producen que “lo que era un arroyo de montaña se convierte en una serie de embalses de agua quieta y muchos seres vivos que vivían ahí dejan de poder moverse”.

Además, los diques naturales que construyen los roedores crean pantanos en los que muchos árboles nativos son incapaces de crecer.

Es por eso que el Gobierno argentino le ha metido el acelerador al plan para erradicar completamente la especie de la región de Tierra Fuego, en un periodo no mayor de cuatro años. Para eso la primera medida será traer un grupo entrenado de cazadores de Estados Unidos para que comience con el sacrificio. Según las autoridades argentinas se trata de “técnicas humanitarias utilizadas en todo el mundo para la captura del castor, lo que asegura la sustentabilidad del enfoque a utilizar”.

Si el castor ingresa al continente podría avanzar por la cordillera patagónica hasta la provincia de Neuquén, provocaría pérdidas significativas, tanto de la biodiversidad del bosque Andino Patagónico como de recursos económicos. 

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