Viernes, 19 Abril 2024

Texto: Daniel O. Mendivelso Rodríguez

Grandes cantidades de basura inorgánica han sido halladas en diferentes ecosistemas oceánicos. Toneladas de desechos son arrojadas diariamente por los barcos en altamar, los ríos que desembocan en los mares y los habitantes y turistas de las ciudades costeras, causando graves impactos ambientales que van en aumento.

Las denominadas “manchas oceánicas”, generadas por la basura acumulada, son resultado de prácticas prohibidas desde la década del 70 por la Organización Marítima Internacional. Sin embargo, las condiciones de contaminación aumentan sin una actuación clara por parte de las autoridades.

La gran isla de basura del Pacífico reside dentro de esta zona de movimiento lento que hace que los desechos flotantes se acumulen. No se conoce exactamente el tamaño del parche, pero científicos aseguran que puede ser el doble del tamaño del estado de Texas en Estados Unidos.

Tal es la extensión del deterioro ambiental, que la afanada búsqueda de los restos del Boeing 777 de Malaysian Airlines produjo el hallazgo de un hecho colateral: la cantidad de basura flotando en el océano Índico es de tan exagerada proporción, que las masas se podrían confundir con los restos de la aeronave. Esta mancha es la más desconocida. Algunos informes dicen que su extensión podría alcanzar los 5.000 km2.

Todos los mares del mundo están contaminados. Hasta ahora se han encontrado cinco islas de basura marina. La más grande es la denominada “Gran mancha de basura del Pacífico”, descubierta hace cuatro años entre Hawái y California y se calcula que tiene una extensión de 1,4 millones de km2.

Según el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, el hecho más preocupante es que estos residuos, que en su mayoría son envases plásticos, se oxidan con el calor del sol y se hunden, lo que provoca el crecimiento acelerado de estos ecosistemas mutantes en el fondo del mar.

Pero el problema no termina allí. Además del gran número de microbios e insectos que se acumulan, los desechos contaminantes han pasado a ser parte de la cadena alimenticia de habitantes del océano como tortugas marinas y ballenas grises.
 

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