Sábado, 20 Abril 2024
Fotos: Andrés Henao Álvarez
 
Estas rapaces, pese a pertenecer a la cúspide de la cadena alimenticia, perdieron su identidad genética y se convirtieron en "perros falderos" a manos de traficantes de fauna. Ante su discapacidad, hoy dependen de humanos.
 
Su imponencia y sus filudas garras no les son suficientes a estas cuatro aves para sobrevivir por sí solas. Fueron rescatadas y ahora viven en el Bioparque La Reserva, en Cota (Cundinamarca), donde intentan recuperar su instinto. Ahora aprenden el vuelo que no han podido ostentar en la vida salvaje y dedican sus días a hacer gala de su aleteo, ya que no volverán a su hábitat natural. Ellas han recobrado parte de su condición física para planear y atrapar su carnada, con la ayuda del milenario arte de la cetrería (cría, domesticación, enseñanza y cura de aves de caza).
 
El águila de páramo y el cernícalo son los más diestros del grupo. Fueron entrenados con fines educativos durante dos años y hoy son el espectáculo central en la exhibición de vuelo.
 
 
Caracara (Polyborus plancus)
Son carroñeros y depredadores oportunistas y a menudo recurren a la piratería. Habitan en gran parte de Colombia y su periodo de anidación se da entre septiembre y mayo en Colombia y Venezuela.
 
 
Cernícalo (Falco sparverius)
Es la rapaz más frecuente en todo el país. Este pariente de los halcones puede mover sus alas suspendido en un punto fijo en el aire y luego descolgarse velozmente desde unos 30 metros de altura para atrapar su comida predilecta: los roedores.
 
 
Águila arpía
(Harpia harpyja)
Emperatriz de las alturas en las zonas tropicales cuyas alas se extienden hasta los 2 metros, es capaz de atrapar tigrillos y osos perezosos con sus garras, las segundas más grandes del reino animal. Vive en bosques tropicales de América y en Colombia habita en la región de Urabá, el Parque Natural Paramillo y la Amazonía, incluyendo los piedemontes del Caquetá y Putumayo.
 
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Editorial

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