Por. Claudia Martínez Zuleta
Directora de E3- Ecología, Economía y Ética
El mundo presenta hoy grandes desafíos para encontrar un sistema económico más acorde con los retos que nos impone el devenir del planeta. Reconocer los límites ecosistémicos, enfrentar el cambio climático, nutrir a una población que llegará en 40 años a los 9 billones, generar sociedades más equitativas y justas son preocupaciones que están en el centro del pensamiento de gobernantes y empresarios.
En el caso colombiano, los desafíos son aún más retadores si se tiene en cuenta que somos un país inmensamente rico en recursos naturales, pero priorizamos su explotación económica poco sostenible; somos vulnerables al cambio climático y estamos poco preparados para adaptarnos al clima del futuro, con la dicotomía de poseer tierras que podrían ser muy productivas si se manejaran sosteniblemente para no tener que importar productos básicos de la canasta familiar. Además, Colombia es el octavo país más inequitativo del mundo.
Sin embargo, todos estos retos se pueden convertir en grandes oportunidades, dejando de imitar modelos económicos que hasta ahora no han dado respuesta.
Hay nuevas visiones que traen luces, como el impulso a las economías verdes. En el caso de Colombia, la línea está siendo enmarcada por la entrada del país a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OECD), que entiende por crecimiento verde fomentar el crecimiento y el desarrollo económico, a la vez que se garantiza la conservación de los recursos naturales para proveer bienes y servicios ambientales de los cuales depende nuestro bienestar (OCDE, 2011). El reto de Colombia es hacer su propia definición de economía verde, poniendo algunos límites al crecimiento y aprovechando las potencialidades de esta visión en el contexto de un país inmensamente rico en biodiversidad, agua, culturas y posibilidades de innovación.
La segunda luz está en las empresas B, creadas en Estados Unidos en el 2008, las cuales redefinen el sentido del éxito buscado no solo ser las mejores del mundo sino las mejores para el mundo.
Este modelo empresarial busca usar instrumentos de mercado para construir bienes de interés público. Asimismo, están ya en más de 26 países tales como Chile, Colombia, Argentina y Brasil, generando una plataforma donde un número creciente de empresas en diversos sectores utilizan el poder del mercado para generar notables beneficios ambientales y social,
El modelo de la empresa B amplía el deber fiduciario de accionistas y gestores para incluir intereses no financieros, se compromete a crear impacto positivo en la sociedad y el medio ambiente y opera con altos estándares de gestión y transparencia, al tiempo que busca el mejor rendimiento financiero y permite la repartición de utilidades entre accionistas. El éxito de este enfoque empresarial resultó en un cambio de legislación en 22 Estados de EE. UU.
Por último está el interés de enfrentarlos retos del cambio climático y prepararnos para el clima del futuro. Cada vez más ciudades, regiones y sectores entran en la senda del desarrollo compatible con el clima, con el convencimiento de que actuar hoy será mucho más costo efectivo que remediar mañana. Iniciativas como el “Plan de adaptación al cambio climático de Cartagena de Indias”, el proyecto “Huila 2050: preparándose para el cambio climático”, la metodología “Agricultura, Vulnerabilidad y Cambio Climático” del Alto Cauca, el “Plan Regional Integral de Cambio Climático de la Región Capital, Bogotá-Cundinamarca (PRICC)” y el “Plan de adaptación del sector transporte” ratifican esta nueva tendencia. El reto climático nos invita a tener una visión de largo plazo, en la que convergen todos los actores para buscar soluciones de adaptación como, en un planeta que no da espera.