Director de Catorce6
Con humildad y pocos recursos, comunidades de zonas de conflicto y pequeños grupos de excombatientes de base, han ido logrando en el último año, lo que los gobiernos y los líderes nacionales de Farc, no han podido desde que firmaron los acuerdos: mostrarle al mundo desde su propia geografía, que la paz se construye con compromisos desde el fondo del corazón y con la decisión de actuar para jamás volver a la guerra.
Aunque no son más de diez las experiencias que hay en Colombia en las que exguerrilleros y comunidades reciben visitantes para mostrar atractivos naturales que antes solo podían disfrutar soldados y combatientes, ellas han servido para que unos y otros muestren la exuberancia de nuestra geografía recreada con historias de vida de individuos y comunidades.
Así han logrado impactar el pensamiento de decenas de nacionales y extranjeros que han logrado vencer prejuicios para el viaje, y dejarse encantar por una combinación virtuosa de paisaje, historia y experiencias actuales, que se abren paso en medio de la parsimonia oficial y la retórica de la paz que tanto abunda en nuestras ciudades.
En el caso de los excombatientes, los emprendimientos turísticos han sido financiados en la mayoría de los casos por ellos mismos a través del estipendio individual que el gobierno les gira cada mes. En el caso de las comunidades con lo que le pueden quitar a su normal sustento diario. Una que otra iniciativa aislada ha contado con el apoyo de la cooperación de algún gobierno europeo. A pesar de esto nadie se queja y ninguno espera nada desde el centro del poder. Solo quieren que las decisiones que desde estos se tomen, no los acerquen a una historia de violencia que no quieren repetir.
El abanico de destinos es muy variado, pero no alcanza a superponerse con el antiguo mapa de zonas rojas de la guerra. No obstante, alcanza para que en las páginas de promoción turística empiecen a aparecer destinos que antes solo aparecían con noticias trágicas de emboscadas o bombardeos. Por eso da gusto encontrar nombres de lugares como Ponderos en la Guajira, Uribe en el Meta, La Paz en el Cesar, Montes de María en Córdoba, o el Caguán en el Caquetá, como destinos turísticos. Pero da más gusto saber que en todos estos espacios excombatientes y campesinos forman parte de los guías que hablan de la guerra que no quieren volver a repetir.
Lo que debería seguir es que iniciativas como estas se alimenten de visitantes. Que sean estimuladas por programas de apoyo de fundaciones, empresas y promotores turísticos. Que desate un círculo virtuoso de la paz en el que todos aprendamos, para que la guerra sea un capítulo del pasado que no se puede volver a repetir.